dimarts, 29 d’abril del 2014
Los habitantes de las trece
colonias inglesas establecidas en la costa este de América del Norte,
animados por las ideas de igualdad, libertad
y tolerancia que les llegaba de una Europa Ilustrada, protagonizó en el
siglo XVII una insurrección colonial contra su metrópoli (Inglaterra) en defensa de sus intereses y derechos.
Los colones americanos estaban descontentos delante de una metrópoli que no
les permitía enviar representación al parlamento inglés, les obligaba a pagar
impuestos i les imponía un monopolio comercial en su territorio. El detonante
para la rebelión, que se inició en 1773, fue la decisión británica de otorgar
el monopolio de la venta de té a una compañía inglesa. Para mostrarse en
desacuerdo, los colones americanos de Boston lanzaron diversos cargamentos de té
al mar.
El 4 de julio de 1776, representantes
de las trece colonias, se reunidos en
Filadelfia y redactaron la Declaración
de Independencia de los Estados Unidos de América, el preámbulo del
cual fue escrito por Thomas Jefferson. Esta declaración expresa los principios
que impulsaron la revuelta: el derecho de todas las personas a la liberta i la búsqueda
de la felicidad, y el deber de los gobernantes de respectar los “derechos inalienables”
del pueblo.
Jefferson i Franklin, dos de los cinco redactores
de la Constitución, 1776
La guerra contra la metrópoli (Inglaterra) fue muy larga y los insurgentes
recibieron la ayuda de voluntarios europeos entusiasmados por las ideas de libertad.
La gran Bretaña no reconoció la independencia del territorio americano hasta el
año 1783, después de la derrota de Yorktown. George Washington, un general
que lideraba el ejército insurgente, fue proclamado el primer presidente de los
Estados unidos.
En 1787 el nuevo estado Americano redactó la primera constitución escrita de la historia. El texto constitución aseguraba
la separación y el equilibrio de
poderes (Ejecutivo, legislativo y judicial) establecía una forma de gobierno republicana con
poderes amplios para el presidente, y una estructura
federal, porque los territorios (estados) del nuevo país tenían una
amplia capacidad de autogobierno (justicia, policía…).
Por encima de los estados, estaba el Gobierno
Federal, que tenía la responsabilidad de los asuntos exteriores, de la
defensa, de las financias y de la moneda del nuevo país.
La constitución se complementaba con una Decoración de Derechos que garantizaba la libertad de religan,
de prensa, de expresión, de reunión y el derecho a ser juzgado por un jurado.
De este mismo modo, ninguno no podía ser privado de su vida, de la libertad o
de su propiedad, sin un procedimiento judicial adecuado.
Esta ampliación práctica de los principios de liberalismo político explica
el impacto de la revolución americana
en la resta del mundo. En Europa, los “vientos liberales de América reforzaron
los sentimientos de hostilidad contra la monarquía absoluta.
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